Fue una despedida como debe ser. "El tenis es un deporte muy solitario y, aunque haya toda esa gente que te anima, las derrotas son tuyas", avisó Carlos Moyá Llompart, cuando ya había dejado escapar las primeras lagrimitas...
En la tarde del AC Cuzco, ante tantos periodistas veteranos de Grand Slam y Davis, ante Albert y Carlos Costa, el presidente Escañuela, Manuel Santana, Feliciano López, Carretero... Moyá tocó el cariño. En primera fila le fortificaban los ojos de Carolina Cerezuela. Charly recordó a cierto número uno del mundo: "Cuando me entrené la primera vez con Rafa Nadal, él tenía 14 años y estuvo a punto de ganarme. Es alguien que te contagia". Le brillaron los ojos con el sentimiento de la Davis de 2004. "En el Masters de Madrid me dí cuenta de que no podía seguir", admitió. Y, si tuviera que jugar un día... buscaría a "Edberg y McEnroe: dos jugadores especiales". Ahí quedó. Hasta luego, Lucas. Hasta luego, Charly.
Solitarios son el tenis y su retorcido colmillo de alta competición: pero la despedida de Charly Moyá fue todo menos solitaria. No una despedida al uso. La tarde más emotiva concluyó así: "Todo empezó aquel día de 1997 en Australia, el de más impacto en mi carrera. Ahora me despido como aquel día: 'Hasta luego, Lucas".
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